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Hola a todos/as:
En este blog encontraréis un libro que he escrito yo misma. Amor, traiciones y amistad se esconden en este libro.
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sábado, 18 de agosto de 2012

Capítulo 15.


15. SUEÑOS ROTOS.

Había treinta y dos grados en la calle. Era el día más caluroso de todo lo que llevaban en la casa de los padres de Jorge. Lo último que ocurrió en ese lugar fue el mensaje al móvil de Noelia contando que sus amigos estaban en el hospital. Ahora los dos enamorados recorrían, a toda prisa, la carretera de camino a la clínica. Sara había tenido un accidente.
Mario estaba muy preocupado por su hermana. Mientras conducía o por lo menos, la intentaba manejar, le venían a la mente mil formas de que su hermana acabase en el hospital pero, sobre todo, le venía a la cabeza todo lo que le podía haber pasado.
Llegaron al hospital. Era un edificio grande y de color blanco con muchas ventanas, todas del mismo tamaño y forma. Aparcó la moto justo delante de la puerta de la clínica. El chico tenía los ojos rojos y húmedos, le preocupaba mucho la salud de su hermana. Noelia le cogió la mano.
-Tranquilo- le dijo- seguro que está bien.
-Ojala lo que dices sea cierto- le dijo Mario entrando por la puerta de ese espantoso edificio.
Noelia se acercó a la recepción para preguntar en que habitación se encontraba Sara. Mario se quedó atrás.
-Disculpe- le dijo Noelia a la recepcionista. Era un mujer rechoncha, de pelo negro y corto, los labios pintados de rojo, los ojos de azul y llevaba unas gafas con una fina cuerdecita agarrada al cuello- puede decirme en qué habitación se encuentra Sara Villa, por favor.
La mujer miró con una cara agradable a la chica.
-Está en la habitación cuatrocientos trece, pasillo ocho, séptimo piso.
-Muchas gracias.
Noelia volvió donde se encontraba Mario y subieron por el ascensor. La chica presionó el botón con el número siete. Mario estaba de brazos cruzados, con la espalda pegada a la pared y la mirada al suelo. Noelia lo miraba pero esta vez, no le quería decir nada. No encontraba palabras para decirle. Él sabía que contaba con todo el apoyo de su novia. Lo estaba pasando muy mal.
Se oyó un agudo pitido. Habían llegado al séptimo piso.
Cruzaron todo el pasillo y, a lo lejos, en las últimas sillas azules que adornaban el pasillo se hallaban sus amigos.
Ana vio a Noelia y fue corriendo a abrazarla y, cuando ese abrazo finalizó, le dio dos besos a Mario.
-¿Cómo está?- preguntó Noelia.
-Aun no nos han dicho nada los médicos. Le están haciendo pruebas- le dijo Pablo que acababa de llegar.
A Mario se le vino el mundo abajo. ¡Qué podía haberle pasado!
-Pero, ¿qué le ha pasado?- les preguntó Mario temiéndose lo peor.
Ana miró a Pablo y comenzó a contarle lo sucedido.
-Íbamos por la calle y nos apetecía tomar un helado y tu hermana se ofreció voluntaria para ir a comprarlos. Para llegar a la tienda había que cruzar un paso de cebra. Cuando ella se puso a cruzar, el semáforo se había puesto verde para lo peatones y Sara comenzó a cruzar. De repente apareció un coche que venía despendolado hacia el paso que estaba cruzando tu hermana. Nosotros empezamos a gritar su nombre pero antes de que ella se diese cuenta, el coche la había atropellado- le contó Ana recordando cada imagen del momento del accidente.
Noelia se llevó las manos a la boca y Mario no podía reprimir las lágrimas.
-¿Se sabe quién ha sido?- preguntó Noelia.
-No- decía Pablo- el coche se dio a la fuga.
Mario maldecía mientras abrazaba a su novia. ¡Cómo podía ser posible de que aun quedasen de ese tipo de personas en el mundo!
Se acercaron al resto de los presentes; Carlos, Lucas, Jorge y Paola. Se sentaron en las sillas y al momento un hombre con una bata blanco salió de la habitación donde se encontraba Sara. Mario se levantó.
-¿Cómo está, doctor?- le preguntó Jorge.
-Bueno, ha sufrido un fuerte golpe ya que su cabeza colisionó contra el cristal del coche. Sufre un traumatismo craneoencefálico.
-Dios mío…- dijo Carlos en voz baja.
-Pero hay muchas probabilidades de que se recupere, casi podría decir que tenemos todas con nosotros.
Todos respiraron aliviados, en especial Mario que le preguntó al médico que si podía pasar a ver a su hermana. El médico asintió con la cabeza y le abrió la puerta a Mario para que entrase.
En la sala de espera, Jorge y Paola estaban sentados hablando de lo que tuviera que hablar, Ana y Pablo se habían ido a la cafetería a comer algo, Lucas estaba caminando de un lado a otro del pasillo y Carlos estaba sentado con la cabeza entre las manos con Noelia a su lado.
-No te preocupes seguro que estará bien, ya has oído al médico- le dijo Noelia con la intención de tranquilizarlo.
-Tendría que estar yo en esa habitación y no ella.
-¡Eh! Eso no lo digas ni en broma- le decía Noelia- os quiero mucho a los dos y no quiero que os pase nada a ninguno.
-Pero hubiera sido mejor que todo me hubiese pasado a mí- dijo Carlos mirando por primera vez a su amiga. Se le notaba que había llorado- está embarazada.
Noelia no había pensado en el bebé, cabía la posibilidad de que Sara lo hubiese perdido. Noelia sabía que ella no sería capaz de superar eso fácilmente.
-Debemos ser positivos- le dijo Noelia a Carlos que nuevamente tenía su cabeza entre las manos. El chico lloraba en silencio.
Eran muchos los recuerdos que, a Carlos le venían a la cabeza. Todos los buenos momentos que, los dos, juntos, habían vivido.

Dentro de una habitación de paredes blancas, con un montón de artilugios médicos, dos sillones azules oscuros pegados a uno de los lados de la sala y una gran camilla de sábanas blancas, ocupaba el espacio del centro de la habitación. En esa camilla, una chica de pelo rizado, muy oscuro se encontraba tumbada boca arriba con los ojos cerrados, esos ojos que siempre radiaban una alegría perpetua. A su lado, Mario se secaba las lágrimas con la manga de su camiseta. Era muy duro para él ver a su hermana en esas condiciones. Se acercó a su cama y se sentó cerca de ella. Le cogió la mano y la apretó con fuerza.
-Ojala que pronto te pongas bien- dijo Mario en voz baja con la esperanza de que Sara pudiese oírle.
La chica movió un poco, la mano que Mario le había garrado cuando se había sentado junto a ella. Mario notó como sus dedos se movían débilmente.
-¿Mario?- preguntó Sara con un hilo de voz.
Mario se sobresaltó al oír la voz de su hermana.
-¡Sara!- exclamó él- sí, soy yo. ¿Cómo te encuentras?
-Me duele la cabeza.
-No me extraña. ¿No te acuerdas de lo que ha pasado?- le preguntó Mario extrañado.
-No, de nada. ¿Qué me ha pasado?- preguntó Sara mirando a su hermano.
-Pues- le comenzó a contar- salisteis a dar una vuelta Carlos, Paola, Jorge, Ana, Pablo, Lucas y tu. Tu ibas a pasar un paso de cebra y, cuando se puso verde y coche te…atropelló. El conductor se dio a la fuga.
A Mario le costaba contar todo aquello. La gente así, como ese conductor, le ponían enfermo.
-Dios…- le dijo Sara poniéndose una mano en la frente- verdaderamente, todo lo mala me pasa a mí.
Mario y su hermana mostraron, a la vez, una pequeña sonrisa.
-¿No tendrán que operarme, verdad?- le preguntó preocupada a su hermano- ya sabes que odio las operaciones.
-Supongo que no, pero harán lo posible para que te pongas bien.
-Tu por eso no te preocupes, me encuentro mucho mejor- le dijo Sara tranquilizándole. Por su culpa lo estaba pasando fatal.
Mario vio al médico que les atendió antes asomarse por la puerta. Le hizo una señal al chico para que saliese del cuarto.
-Bueno- le decía a su hermana- tengo que irme a hablar con le médico. Tú intenta descansar, lo necesitas.
-Vale.
Y volviendo a cerrar los ojos vio como Mario salía de la habitación.

Fuera. En la sala de espera.
-¿Qué ocurre doctor?- le preguntó Mario.
El médico se giró para mirar a todos los amigos de la paciente.
-¿Hay algo que no me habéis contado de Sara?
-¿A qué se refiere?- preguntó Jorge.
Todos miraron extrañados al hombre de la bata blanca.
-He visto las radiografías y pruebas que le hemos hecho a Sara y he visto algo raro, ¿saben ustedes que puede ser?
Carlos miró asustado a Noelia. Seguro que habían descubierto el embarazo de Sara. Carlos no pudo aguantarlo más y le contó todo al médico.
-Nuestra amiga estaba embarazada.
-Eso me parecía a mí- les dijo el médico observando los papeles de las pruebas de Sara.
-¿Ha pasado algo malo?- preguntó Ana que no se separaba de Pablo.
El médico se quitó las gafas y se frotó los ojos con los dedos pulgar e índice de la mano derecha.
-Chicos- comenzó a decir el hombre- siento deciros que…Sara ha perdido al niño en el accidente, lo siento mucho.
El médico anduvo por el pasillo hasta llegar al ascensor, dando la espalda a los adolescentes.
Lucas se esfumó del hospital nada más oír la noticia. Por su carácter, no quería saber nada más de ellos, ni de Sara.
Carlos se levantó de su silla, se puso las manos en la cabeza y, a la papelera más cercana, le metió una patada.
Ana se tapó la cara con las manos y Pablo la abrazó por detrás. Noelia tuvo que sentarse en una silla, aún tenía la boca abierta por la noticia. Y Mario se deslizó por la pared hasta llegar a sentarse en el suelo del pasillo.
Pasaron los minutos en un silencio incómodo en el pasillo del séptimo piso.
-¿Creéis que ya se lo habrán dicho a Sara?- preguntó Paola que, aunque no lo pareciese, también estaba impactada por la noticia.
-No lo creo- respondió Pablo- supongo que nos lo habrían dicho.
-Tienes razón- comentó Jorge con la mirada baja- no puedo creer lo que Lucas ha hecho.
Todos miraron a Jorge. Estaba muy serio, más que de costumbre.
-Tendría que estar aquí con vosotros afrontando los acontecimientos y no huir como un cobarde y no querer saber nada de la pérdida del bebé. Supuestamente, el era el padre del niño.
-¡Cómo que con vosotros!- gritó Ana- tu también tienes que afrontarlo, Jorge.
-Ana, no lo digo por aceptar lo que ha pasado o no- le contestaba él- lo digo porque me he comportado como un idiota con vosotros y dudo mucho que me lleguéis a perdonar algún, así que, me excluyo de ese nosotros.
Jorge miró a Noelia. Ella sabía que una parte de esas palabras estaban dirigidas a ella. Siempre habrá una parte de Noelia que odie todo lo que Jorge le ha hecho, pero ahora lo mejor es estar juntos y dejar a un lado los conflictos.
Noelia miró de reojo a Paola que le asentía con la cabeza. Sabía lo que debía de hacer y, apartándose de su novio, le dejó espacio a Noelia para que fuese a abrazarle y a decirle que todo estaba solucionado.
Jorge no rechazó el abrazo, al contrario, le gustaba tenerla cerca. Si no podía ser como una pareja, por lo menos mantener una amistad con ella.
-No tienes que seguir culpándote por lo que pasó. Ya está todo solucionado- le dijo Noelia echándose hacia atrás.
Jorge miró a Mario que se había puesto automáticamente de pie al ver el abrazo.
-Mario tiene suerte de tener una chica como tu a su lado- le dijo Jorge agarrando a su novia de la cintura.
-Lo mismo digo de Paola.
Noelia dejó a la pareja y se anduvo hacia su novio, que la recibió con un intenso abrazo.
-¿Estás bien?- le preguntó Noelia.
Pero antes de que Mario pudiera responderle, unos estruendosos gritos salieron de dentro de la habitación de Sara. Todos los que estaban fuera entraron muy preocupados, a la vez que asustados. Mario abrió la puerta y paró en seco al ver la imagen de su hermana.
Sara tenía la cara húmeda y gritaba a la vez que se quitaba la ventosas que tenía pegadas al cuerpo y todos los demás cables que tenía a su alrededor.
-¡Sara, para!- le gritó Carlos.
Carlos y Mario corrieron a ayudar a la chica. Su hermano nunca la había visto así de rabiosa. Mario la agarró de la cintura hasta llegar a levantarla del suelo, mientras que Carlos la sujetó de los hombros e hizo que le mirase a la cara.
-¡Sara, mírame! ¡Tranquilízate!- le gritaba el chico pelirrojo.
-¡Quiero a mí bebé! ¡Quiero a mí bebé!- chillaba Sara escandalosamente.
Se lo habían contado y, obviamente no se lo había tomado demasiado bien. Quería verle, quería ver a su bebé, pero nadie se atrevía a decirle que su bebé ya no estaba dentro de ella.
-¡Sara, el bebé ya no está! ¡Lo has perdido en el accidente!- le decía Carlos elevando el tono de voz. Nadie se esperaba su reacción.
Sara dejó de chillar y alborotar y miró a su amigo. Juntó los labios y con todas las fuerzas que le quedaban golpeó la cara de Carlos con la palma de la mano. Carlos, sorprendido por la acción que su amiga acababa de tener con él, se puso la mano en el lado de la cara bofeteado.
-¡No te quiero, entiendes! ¡No estoy enamorada de ti! ¡No quiero volver a verte!- le chilló Sara al chico.
A Carlos se le vino el mundo abajo. Esas palabras, procedentes de la boca de la chica de su vida, le habían dolido más que la bofetada de la misma.
Con los ojos llenos de lágrimas salió de la habitación dando un fuerte portazo, abajó las escaleras y abandonó el hospital, dolorido, hecho polvo.
Mientras tanto, en la habitación cuatrocientos trece del hospital de la ciudad, Sara lloraba amargamente abrazada a su hermano que, como todos los demás, no daban credibilidad a lo que acababa de suceder.



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