15.
SUEÑOS ROTOS.
Había
treinta y dos grados en la calle. Era el día más caluroso de todo lo que
llevaban en la casa de los padres de Jorge. Lo último que ocurrió en ese lugar
fue el mensaje al móvil de Noelia contando que sus amigos estaban en el
hospital. Ahora los dos enamorados recorrían, a toda prisa, la carretera de
camino a la clínica. Sara había tenido un accidente.
Mario estaba
muy preocupado por su hermana. Mientras conducía o por lo menos, la intentaba
manejar, le venían a la mente mil formas de que su hermana acabase en el
hospital pero, sobre todo, le venía a la cabeza todo lo que le podía haber
pasado.
Llegaron al
hospital. Era un edificio grande y de color blanco con muchas ventanas, todas
del mismo tamaño y forma. Aparcó la moto justo delante de la puerta de la
clínica. El chico tenía los ojos rojos y húmedos, le preocupaba mucho la salud
de su hermana. Noelia le cogió la mano.
-Tranquilo- le
dijo- seguro que está bien.
-Ojala lo
que dices sea cierto- le dijo Mario entrando por la puerta de ese espantoso
edificio.
Noelia se
acercó a la recepción para preguntar en que habitación se encontraba Sara.
Mario se quedó atrás.
-Disculpe-
le dijo Noelia a la recepcionista. Era un mujer rechoncha, de pelo negro y corto,
los labios pintados de rojo, los ojos de azul y llevaba unas gafas con una fina
cuerdecita agarrada al cuello- puede decirme en qué habitación se encuentra
Sara Villa, por favor.
La mujer
miró con una cara agradable a la chica.
-Está en la
habitación cuatrocientos trece, pasillo ocho, séptimo piso.
-Muchas
gracias.
Noelia
volvió donde se encontraba Mario y subieron por el ascensor. La chica presionó
el botón con el número siete. Mario estaba de brazos cruzados, con la espalda
pegada a la pared y la mirada al suelo. Noelia lo miraba pero esta vez, no le
quería decir nada. No encontraba palabras para decirle. Él sabía que contaba
con todo el apoyo de su novia. Lo estaba pasando muy mal.
Se oyó un
agudo pitido. Habían llegado al séptimo piso.
Cruzaron
todo el pasillo y, a lo lejos, en las últimas sillas azules que adornaban el
pasillo se hallaban sus amigos.
Ana vio a
Noelia y fue corriendo a abrazarla y, cuando ese abrazo finalizó, le dio dos
besos a Mario.
-¿Cómo
está?- preguntó Noelia.
-Aun no nos
han dicho nada los médicos. Le están haciendo pruebas- le dijo Pablo que
acababa de llegar.
A Mario se
le vino el mundo abajo. ¡Qué podía haberle pasado!
-Pero, ¿qué
le ha pasado?- les preguntó Mario temiéndose lo peor.
Ana miró a
Pablo y comenzó a contarle lo sucedido.
-Íbamos por
la calle y nos apetecía tomar un helado y tu hermana se ofreció voluntaria para
ir a comprarlos. Para llegar a la tienda había que cruzar un paso de cebra.
Cuando ella se puso a cruzar, el semáforo se había puesto verde para lo
peatones y Sara comenzó a cruzar. De repente apareció un coche que venía
despendolado hacia el paso que estaba cruzando tu hermana. Nosotros empezamos a
gritar su nombre pero antes de que ella se diese cuenta, el coche la había
atropellado- le contó Ana recordando cada imagen del momento del accidente.
Noelia se
llevó las manos a la boca y Mario no podía reprimir las lágrimas.
-¿Se sabe
quién ha sido?- preguntó Noelia.
-No- decía
Pablo- el coche se dio a la fuga.
Mario
maldecía mientras abrazaba a su novia. ¡Cómo podía ser posible de que aun
quedasen de ese tipo de personas en el mundo!
Se acercaron
al resto de los presentes; Carlos, Lucas, Jorge y Paola. Se sentaron en las
sillas y al momento un hombre con una bata blanco salió de la habitación donde
se encontraba Sara. Mario se levantó.
-¿Cómo está,
doctor?- le preguntó Jorge.
-Bueno, ha
sufrido un fuerte golpe ya que su cabeza colisionó contra el cristal del coche.
Sufre un traumatismo craneoencefálico.
-Dios mío…-
dijo Carlos en voz baja.
-Pero hay
muchas probabilidades de que se recupere, casi podría decir que tenemos todas
con nosotros.
Todos
respiraron aliviados, en especial Mario que le preguntó al médico que si podía
pasar a ver a su hermana. El médico asintió con la cabeza y le abrió la puerta
a Mario para que entrase.
En la sala
de espera, Jorge y Paola estaban sentados hablando de lo que tuviera que
hablar, Ana y Pablo se habían ido a la cafetería a comer algo, Lucas estaba
caminando de un lado a otro del pasillo y Carlos estaba sentado con la cabeza
entre las manos con Noelia a su lado.
-No te
preocupes seguro que estará bien, ya has oído al médico- le dijo Noelia con la
intención de tranquilizarlo.
-Tendría que
estar yo en esa habitación y no ella.
-¡Eh! Eso no
lo digas ni en broma- le decía Noelia- os quiero mucho a los dos y no quiero
que os pase nada a ninguno.
-Pero
hubiera sido mejor que todo me hubiese pasado a mí- dijo Carlos mirando por
primera vez a su amiga. Se le notaba que había llorado- está embarazada.
Noelia no
había pensado en el bebé, cabía la posibilidad de que Sara lo hubiese perdido.
Noelia sabía que ella no sería capaz de superar eso fácilmente.
-Debemos ser
positivos- le dijo Noelia a Carlos que nuevamente tenía su cabeza entre las
manos. El chico lloraba en silencio.
Eran muchos
los recuerdos que, a Carlos le venían a la cabeza. Todos los buenos momentos
que, los dos, juntos, habían vivido.
Dentro de
una habitación de paredes blancas, con un montón de artilugios médicos, dos
sillones azules oscuros pegados a uno de los lados de la sala y una gran
camilla de sábanas blancas, ocupaba el espacio del centro de la habitación. En
esa camilla, una chica de pelo rizado, muy oscuro se encontraba tumbada boca
arriba con los ojos cerrados, esos ojos que siempre radiaban una alegría
perpetua. A su lado, Mario se secaba las lágrimas con la manga de su camiseta.
Era muy duro para él ver a su hermana en esas condiciones. Se acercó a su cama
y se sentó cerca de ella. Le cogió la mano y la apretó con fuerza.
-Ojala que
pronto te pongas bien- dijo Mario en voz baja con la esperanza de que Sara
pudiese oírle.
La chica
movió un poco, la mano que Mario le había garrado cuando se había sentado junto
a ella. Mario notó como sus dedos se movían débilmente.
-¿Mario?-
preguntó Sara con un hilo de voz.
Mario se
sobresaltó al oír la voz de su hermana.
-¡Sara!-
exclamó él- sí, soy yo. ¿Cómo te encuentras?
-Me duele la
cabeza.
-No me
extraña. ¿No te acuerdas de lo que ha pasado?- le preguntó Mario extrañado.
-No, de
nada. ¿Qué me ha pasado?- preguntó Sara mirando a su hermano.
-Pues- le
comenzó a contar- salisteis a dar una vuelta Carlos, Paola, Jorge, Ana, Pablo,
Lucas y tu. Tu ibas a pasar un paso de cebra y, cuando se puso verde y coche
te…atropelló. El conductor se dio a la fuga.
A Mario le
costaba contar todo aquello. La gente así, como ese conductor, le ponían
enfermo.
-Dios…- le
dijo Sara poniéndose una mano en la frente- verdaderamente, todo lo mala me
pasa a mí.
Mario y su
hermana mostraron, a la vez, una pequeña sonrisa.
-¿No tendrán
que operarme, verdad?- le preguntó preocupada a su hermano- ya sabes que odio
las operaciones.
-Supongo que
no, pero harán lo posible para que te pongas bien.
-Tu por eso
no te preocupes, me encuentro mucho mejor- le dijo Sara tranquilizándole. Por
su culpa lo estaba pasando fatal.
Mario vio al
médico que les atendió antes asomarse por la puerta. Le hizo una señal al chico
para que saliese del cuarto.
-Bueno- le
decía a su hermana- tengo que irme a hablar con le médico. Tú intenta
descansar, lo necesitas.
-Vale.
Y volviendo
a cerrar los ojos vio como Mario salía de la habitación.
Fuera. En la
sala de espera.
-¿Qué ocurre
doctor?- le preguntó Mario.
El médico se
giró para mirar a todos los amigos de la paciente.
-¿Hay algo
que no me habéis contado de Sara?
-¿A qué se
refiere?- preguntó Jorge.
Todos
miraron extrañados al hombre de la bata blanca.
-He visto
las radiografías y pruebas que le hemos hecho a Sara y he visto algo raro,
¿saben ustedes que puede ser?
Carlos miró
asustado a Noelia. Seguro que habían descubierto el embarazo de Sara. Carlos no
pudo aguantarlo más y le contó todo al médico.
-Nuestra
amiga estaba embarazada.
-Eso me
parecía a mí- les dijo el médico observando los papeles de las pruebas de Sara.
-¿Ha pasado
algo malo?- preguntó Ana que no se separaba de Pablo.
El médico se
quitó las gafas y se frotó los ojos con los dedos pulgar e índice de la mano
derecha.
-Chicos-
comenzó a decir el hombre- siento deciros que…Sara ha perdido al niño en el
accidente, lo siento mucho.
El médico
anduvo por el pasillo hasta llegar al ascensor, dando la espalda a los
adolescentes.
Lucas se
esfumó del hospital nada más oír la noticia. Por su carácter, no quería saber
nada más de ellos, ni de Sara.
Carlos se
levantó de su silla, se puso las manos en la cabeza y, a la papelera más
cercana, le metió una patada.
Ana se tapó
la cara con las manos y Pablo la abrazó por detrás. Noelia tuvo que sentarse en
una silla, aún tenía la boca abierta por la noticia. Y Mario se deslizó por la
pared hasta llegar a sentarse en el suelo del pasillo.
Pasaron los
minutos en un silencio incómodo en el pasillo del séptimo piso.
-¿Creéis que
ya se lo habrán dicho a Sara?- preguntó Paola que, aunque no lo pareciese,
también estaba impactada por la noticia.
-No lo creo-
respondió Pablo- supongo que nos lo habrían dicho.
-Tienes
razón- comentó Jorge con la mirada baja- no puedo creer lo que Lucas ha hecho.
Todos
miraron a Jorge. Estaba muy serio, más que de costumbre.
-Tendría que
estar aquí con vosotros afrontando los acontecimientos y no huir como un
cobarde y no querer saber nada de la pérdida del bebé. Supuestamente, el era el
padre del niño.
-¡Cómo que
con vosotros!- gritó Ana- tu también tienes que afrontarlo, Jorge.
-Ana, no lo
digo por aceptar lo que ha pasado o no- le contestaba él- lo digo porque me he
comportado como un idiota con vosotros y dudo mucho que me lleguéis a perdonar
algún, así que, me excluyo de ese nosotros.
Jorge miró a
Noelia. Ella sabía que una parte de esas palabras estaban dirigidas a ella.
Siempre habrá una parte de Noelia que odie todo lo que Jorge le ha hecho, pero
ahora lo mejor es estar juntos y dejar a un lado los conflictos.
Noelia miró
de reojo a Paola que le asentía con la cabeza. Sabía lo que debía de hacer y, apartándose
de su novio, le dejó espacio a Noelia para que fuese a abrazarle y a decirle
que todo estaba solucionado.
Jorge no
rechazó el abrazo, al contrario, le gustaba tenerla cerca. Si no podía ser como
una pareja, por lo menos mantener una amistad con ella.
-No tienes
que seguir culpándote por lo que pasó. Ya está todo solucionado- le dijo Noelia
echándose hacia atrás.
Jorge miró a
Mario que se había puesto automáticamente de pie al ver el abrazo.
-Mario tiene
suerte de tener una chica como tu a su lado- le dijo Jorge agarrando a su novia
de la cintura.
-Lo mismo
digo de Paola.
Noelia dejó
a la pareja y se anduvo hacia su novio, que la recibió con un intenso abrazo.
-¿Estás
bien?- le preguntó Noelia.
Pero antes
de que Mario pudiera responderle, unos estruendosos gritos salieron de dentro
de la habitación de Sara. Todos los que estaban fuera entraron muy preocupados,
a la vez que asustados. Mario abrió la puerta y paró en seco al ver la imagen
de su hermana.
Sara tenía
la cara húmeda y gritaba a la vez que se quitaba la ventosas que tenía pegadas
al cuerpo y todos los demás cables que tenía a su alrededor.
-¡Sara,
para!- le gritó Carlos.
Carlos y
Mario corrieron a ayudar a la chica. Su hermano nunca la había visto así de
rabiosa. Mario la agarró de la cintura hasta llegar a levantarla del suelo,
mientras que Carlos la sujetó de los hombros e hizo que le mirase a la cara.
-¡Sara,
mírame! ¡Tranquilízate!- le gritaba el chico pelirrojo.
-¡Quiero a
mí bebé! ¡Quiero a mí bebé!- chillaba Sara escandalosamente.
Se lo habían
contado y, obviamente no se lo había tomado demasiado bien. Quería verle,
quería ver a su bebé, pero nadie se atrevía a decirle que su bebé ya no estaba
dentro de ella.
-¡Sara, el
bebé ya no está! ¡Lo has perdido en el accidente!- le decía Carlos elevando el
tono de voz. Nadie se esperaba su reacción.
Sara dejó de
chillar y alborotar y miró a su amigo. Juntó los labios y con todas las fuerzas
que le quedaban golpeó la cara de Carlos con la palma de la mano. Carlos,
sorprendido por la acción que su amiga acababa de tener con él, se puso la mano
en el lado de la cara bofeteado.
-¡No te
quiero, entiendes! ¡No estoy enamorada de ti! ¡No quiero volver a verte!- le
chilló Sara al chico.
A Carlos se
le vino el mundo abajo. Esas palabras, procedentes de la boca de la chica de su
vida, le habían dolido más que la bofetada de la misma.
Con los ojos
llenos de lágrimas salió de la habitación dando un fuerte portazo, abajó las
escaleras y abandonó el hospital, dolorido, hecho polvo.
Mientras
tanto, en la habitación cuatrocientos trece del hospital de la ciudad, Sara
lloraba amargamente abrazada a su hermano que, como todos los demás, no daban
credibilidad a lo que acababa de suceder.
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