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Hola a todos/as:
En este blog encontraréis un libro que he escrito yo misma. Amor, traiciones y amistad se esconden en este libro.
¡ESPERO QUÉ OS GUSTE! :) :)

sábado, 18 de agosto de 2012

Capítulo 8.


8.TODO SE ACABA.


Noelia pasó la noche en el hospital ¡había estado tres días inconsciente después de que Paola le tirase a la piscina!
El mismo día que salía del hospital, era también el último día del campamento.
Estaba recogiendo sus cosas cuando Sara y Ana entraron en la habitación. Vieron a su amiga cambiada, como si su estancia en la clínica la hubiera hecho más madura. Y así era, ella también lo notaba y, además, las cosas ya estaban más claras en su cabeza.
Las tres se miraron y se dieron un fuerte brazo. Todas lo necesitaban.
-¿Preparada para volver?- le preguntó Sara.
-Sí- le respondió Noelia- aunque va a ser duro decir hola a todos y dentro de unas pocas horas despedirse de ellos.
-Lo va a ser para todos- dijo Ana.
Juntas salieron del hospital. Fuera había una furgoneta blanca con uno de los monitores al volante. Le dio la bienvenida a la chica y las tres se montaron dentro. Cuando llevaban un largo rato de viaje, sonó el móvil de Sara.
-¿Hola?
-Sara- dijo la voz al otro lado del teléfono- ¿Dónde estáis?
Sara tapó el altavoz del móvil para que la otra persona no pudiera oír lo que le iba a decir a sus amigas.
-¿Quién es?- preguntó Ana.
-Mario- respondió Sara. A Noelia se le dibujó una sonrisa en la cara. La chica destapó el altavoz y volvió a hablar con su hermano.
-Estamos llegando. En cinco minutos llegamos al campamento. OK
-Vale. ¿Cómo está Noelia?
-Como nunca- dijo Sara sonriéndole a su amiga. Hubo un momento de silencio.
-Tengo muchas ganas de verla.
-Y tú no sabes las ganas que tiene ella de verte a ti. Te dejo que ya llegamos. Un beso.
-Otro para todas. Adiós.
La chica cuelga a su hermano. Y se dirige a sus amigas.
-Besos de Mario.
-Sí, el que te va a dar a ti cuando te vea- dijo Ana dirigiéndose a Noelia.
Como no ella siempre pensando en lo mismo, así le va. Si se centrase en otras cosas, otro gallo le cantaría.
-Que mala es la envidia- le dijo Noelia entre risas y  dándole un beso en la mejilla a su amiga.
-Chicas, ya hemos llegado- anunció el monitor.
Aparcó. Bajaron de la furgoneta. Noelia se emocionó al ver a todos los chicos y chicas juntos, aplaudirle. Vio a Álvaro, Ángel, Pilar, Miguel, Carlos, Pablo, la asesina de Paola, al rompe corazones de Jorge, pero sobretodo vio a Mario, su chico.
La furgoneta arrancó con el monitor dentro para dejar que todos le diesen una tranquila bienvenida a Noelia.
La chica se secaba las lágrimas, pero era inevitable emocionarse.
El primero en salir de aquel grupo de personas era Álvaro que abrazó a Noelia y consiguió levantarla del suelo.
-¿Cómo estás pequeñaja?- le preguntó.
“Pequeñaja, es verdad, me puso ese mote nada más conocernos” pensó Noelia.
-Bien, gracias.
Álvaro se echó hacia atrás para poder ver con más claridad a su amiga.
-¿Has adelgazado? ¡Ya no me comes bien!- dijo el chico chistoso.
-La comida del hospital no es un manjar ni tampoco abundante- le dijo Noelia.
Álvaro examinó a la chica como se fuese un escáner. Se paró en una parte del cuerpo de la chica, y no es en la que muchos estarían pensando. Se quedó mirando fijamente a su muñeca.
-¡Eh! ¿Qué te ha pasado en la muñeca?- preguntó interesado.
Es cierto, llevaba una fina venda puesta en la muñeca derecha. La enfermera se la debió de poner porque en la caída se golpeó la mano.
-Me golpeé contra el suelo de la piscina. No es nada- dijo Noelia tocándose la muñeca.
-¡Qué alegría de que estés aquí!- dijo Álvaro volviéndola a abrazar, pero esta vez sin levantarla del suelo.
-Y yo me alegro de estarlo.
El siguiente en salir del grupo de personas y darle la bienvenida era Ángel. Su prepotencia se olía desde el hospital.
-Que guapa vas- le dijo el chico.
-Em… gracias- dijo Noelia mirándose la camiseta. Tampoco iba tan arreglada. Llevaba unos pantalones vaqueros cortos, una camiseta de tirantes color turquesa, las deportivas, una coleta alta y no iba maquillada.
-Está preciosa- dijo una voz conocida para ella entre toda la multitud.
Salió un chico alto, moreno, vestía con piratas blancos y una camiseta de tirantes negra. Mario.
Noelia no pudo contener la emoción y corrió a abrazarle. Ella rodeó con sus brazos el cuello del chico y este la cintura de su novia. Ambos querían que el momento de ese abrazo durase para siempre. Se separaron, paro Mario no soltó a su chica.
-No sabes las ganas que tenía de verte, abrazarte y de estar contigo- le dijo Mario retirándole un mechón de pelo.
-Pues ya estoy aquí- comenzó a decir ella- y tengo ganas de hacer una cosa para que todos se enteren.
-¿El qué?
-Esto…- dijo Noelia poniéndose de puntillas, ya que ella era más baja de estatura que se chico y besó sus labios. Fue un beso corto, pero no hacían falta palabras para explicar lo que pasaba y ambos sentían.
Todos soltaron gritos de asombro, sobre todo Sara que saltaba de alegría al saber y ver que su hermanito tenía novia y, además, era una de sus mejores amigas. Ya se las imaginaba de cuñadas.
Pasaron las horas, las últimas del campamento. Mario y Noelia las pasaron juntos en un precioso lugar que había a cinco minutos del campamento. Allí Noelia se tranquilizó después de la bienvenida que le habían dado todos sus compañeros.
Se tumbó en la hierba y Mario se recostó a su lado, apoyando su cabeza en la mano para, así, poder mirar a Noelia. Le veía feliz, pero esa felicidad no iba a durar muchos minutos más.
-¿Estás bien?- le preguntó Mario serio.
-Sí- le respondió ella cogiendo una gran bocanada de aire- ¿y tu?
-Preocupado por una cosa que te tengo que decir y no sé como te la vas a tomar.
Noelia se incorporó y se sentó en la hierba mirando a su chico.
-¿Qué ocurre?- le preguntó preocupada.
-Recuerdas que empecé a buscar universidades a las que poder ir, bueno como todos nosotros y una de ellas me llamó.
-Sí, claro.
-Bueno, pues…- comenzó a explicar Mario nervioso- me han dado una plaza para tres años y… he aceptado.
A Noelia se le vino el mundo abajo. Otra vez se repite la historia. ¿Por qué no podía ser feliz con una persona a su lado?
Mario esperaba alguna reacción de Noelia, pero en vez de eso, ella sólo miraba fijamente la puesta de sol.
-¿Cuándo te vas?- le dijo ella muy seria.
-Mañana- respondió el tapándose la cara con las manos.
-¡Qué, mañana!- gritó ella alucinada. Se puso de pie.- ¡Te das cuentas de que hoy es nuestro último día juntos!
-Lo sé- dijo Mario apenado.
La chica tenía un cúmulo de sensaciones. Estaba enfada pero a la vez orgullosa de la elección de Mario porque se lo merecía, era el mejor de la clase. Pero, sobretodo, quería desahogarse llorando, aunque ella no quería hacerlo delante de el porque se sentiría culpable de las lágrimas de su chica.
Noelia no aguantaba, cayó de rodillas al suelo con las manos tapándose la cara. Lloraba.
-Dios…- comenzó a decir Mario acercándose a ella- no llores, por favor. Sabes que me mata verte llorar. Es lo peor que me puedes hacer.
Cogió las manos de la adolescente y se las apartó de la cara. Tenía los ojos rojos e hinchados.
-¿Y qué quieres que haga? No quiero pensar en la idea de no tenerte durante tres años.
Mario veía el dolor que Noelia sentía, no podía verla así.
-No iré- dijo el- no iré, no quiero perderte.
-No dejaré que hagas eso, me duele decírtelo pero, no puedes dejar pasar una oportunidad así, puede que no tengas otra igual.
-Y que va a pasar con nosotros. Son tres años, Noelia.
Ella se quedó pensativa, lo iba a echar de menos, pero era lo correcto.
-Las relaciones a distancia nunca funcionan y…
-Hay que intentarlo- le cortó Noelia a Mario.
El chico puso sus manos a cada lado del cuello de su novia y la besó. El tiempo se paró para los dos. Fue un beso largo e intenso y ambos esperaban que no fuese el último. Se separaron.
-Tengo que ir a hacerme la mochila- le dijo Noelia muy cerca de el.
-Yo me quedó aquí, pensando. Te veo en el autobús. Quiero pensar en el poco tiempo que tengo contigo.
-De acuerdo- acabó ella dándole un beso en la mejilla.
Noelia se fue de aquel lugar precioso y a la vez abominable.
En el campamento la chica hablaba con Ana, Sara, Pablo y Carlos sobre todo lo que habían vivido en el campamento.
-¿Tenéis hechas las mochilas?- les preguntó un monitor.
-¡Sí!- respondieron los cinco a coro.
-Genial, chicos- dijo el monitor alejándose.
Noelia miraba a sus amigos; “Carlos, quince años. El más pequeño del grupo, pero es el más querido por todos. Recuerdo la primera vez que lo vi. Bajito, pelirrojo, con unas pequeñas gafas y de lo más torpe” pensaba Noelia. “Sara, quince años. Una de mis mejores amigas. Morena, alta y esbelta. Es la hermana de mi novia, Mario. Un chico de quince años, moreno, delgado, de ojos verdes y un cielo. Se iba a ir a una universidad de vete tu a saber dónde durante tres años. Pablo, diecisiete años. El más mayor del grupo. La primera vez que lo vi estaba enzarzado en una de las más famosas peleas del instituto, era de lo más macarra (no es que haya cambiado mucho.) Rubio, ojos oscuros y pelo a lo Justin Bieber. Ana, quince años. La más dulce del grupo y una de mis mejores amigas. Rubia, ojos azules, bajita y desde hace tres años esconde un pequeño secreto. Siempre que está con Pablo se pone nerviosa, al igual que el. Vamos, blanco y en botella, leche. ¡Qué viva el amor!” seguía pensando Noelia.
-¡Oh, oh! A alguien le pasa algo…- dijo Pablo buscando la mirada de Noelia.
Tenía la barbilla apoyada sobre las manos. Una lágrima resbalaba por su mejilla. Claro, ¡cómo para no llorar! Sólo tenía la imagen del momento en el que Mario le había contado todo.
-¿Qué te pasa?- le preguntó Sara.
-¿Tu sabías que tu hermano se va a una universidad para no volver en tres años?
Sara no se esperaba las palabras de su amiga.
-Ya te lo ha contado- dijo Ana.
Noelia levantó la mirada, despegando la barbilla de sus manos. No podía creer lo que su amiga le había dicho.
-¡Cómo! ¡Todos lo sabíais y nadie me lo había contado! ¡Menudos amigos tengo!- gritó furiosa.
-No te lo queríamos contar, porque Mario no nos dejaba- decía Carlos- quería hacerlo el.
Noelia se derrumbó. Tres años sin verle, sin estar con el, a su lado. Mil ochenta días separados. Un mar de lágrimas y llantos caían por sus rosadas mejillas.
Carlos se levantó del banco en el que todos estaban sentados.
-Eres como mi hermana y sabes que no te puedo ver así- le dijo su amigo ofreciéndole un pañuelo de papel para que se secase las lágrimas- si te hemos hecho daño no contándotelo, te pedimos perdón.
Cuando la chica pudo hablar y tranquilizarse, se dirigió a todos sus amigos.
-Lo siento, pero es que…
-Le quieres ¿no?- le dijo Ana.
-Más que eso- dijo Noelia secándose las lágrimas y muy segura de lo que acababa de decir.
Vieron llegar el autobús que les llevaría de nuevo a su casa.
-Bueno- dijo Sara- será mejor que vayamos subiendo al autobús. Ya hay ganas de volver.
Todos se levantaron, cogieron sus mochilas y anduvieron  de camino al autobús
Noelia echó un último vistazo al campamento, recordando todo lo vivido en ese significativo lugar.
-Adiós- dijo susurrando.
Subió al autobús, se acordó del primer día de campamento, todos nerviosos y sentados con sus amigos más íntimos y, ahora algunos estaban dormidos y otros hablando con unas personas que en trece días se habían convertido en unos amigos que durarán para siempre.
Mario estaba sentado en un de los asientos del fondo. Solo y serio, miraba por la ventana pensativo. Noelia nunca lo había visto tan formal.
-Mi hermano te está esperando- le dijo Sara.
Noelia miraba a su amiga que la animaba para que fuese a hablar con el. Echó a andar hacia el asiento donde se encontraba su chico. Se sentó a su lado.
-¿Qué has pensado?- le preguntó curiosa- dímelo, por favor.
Mario la miró fijamente, pero no dijo nada. Se dedicó a abrazarla. En medio de ese abrazo, el chico de ojos verdes besó de manera suave y tierna el cuello de la chica.
-Tonterías, tranquila- dijo Mario sin dejar de abrazarla- te quiero, no sé que haría sin ti.
-Pues estarías con otra- dijo Noelia con una sonrisa. Se separó de el.
-Eso nunca. Eres la única para mí. Sabes que te quiero, te quise y siempre te querré, estemos juntos o separados. Siempre.
Noelia se emocionó al oír esas palabras. Se acurrucó juntó a el y este pasó su mano por el hombro de la chica.
-¿Crees qué funcionará?- le preguntó Noelia- ya sabes, lo nuestro.
-Eso nadie lo sabe pero, espero que sí.
El autobús arrancó, volvían a su casa. Iba a ser un viaje largo, de diez horas nada menos, pero eso no le importaba a la pareja de enamorados.
Mario estuvo observando a Noelia casi todo el trayecto, era tan especial para el. Era la chica perfecta.
La última vez que la miró, tenía los ojos cerrados, debía de estar muy cansada por todo lo que le había pasado en esos trece días de campamento.
-¿Te estás durmiendo?- le preguntó Mario.
-No- dijo ella dando un brinco- no, serán imaginaciones tuyas.
Con esa frase, Noelia pudo sonsacarle una sonrisa, algo forzada por su parte.
-Deberías dormir, estás muy cansada. A mi no me engañas.
-Si te crees que las pocas horas que tengo contigo me las voy a pasar durmiendo lo llevas crudo- dijo ella mirándole a los ojos.
-No me lo recuerdes más, por favor. Ya es muy duro hacerme a la idea yo solito de que no voy a poder estar contigo tres largos años- dijo Mario tapándose los ojos con una mano.
Noelia se sentía mal por la contestación que le había dicho a su novio. Subió los pies al asiento de manera que pudiera agarrarse las piernas con los brazos.
-Lo siento- dijo Noelia triste- perdóname.
Mario buscó la mirada de su chica. Pudo ver que sus ojos ambarinos aguantaban las ganas de soltar alguna pequeña lágrima de culpabilidad.
Colocó su dedo índice en la barbilla de la chica para que ella le pudiese mirar. Noelia levantó la vista, veía a Mario preocupado por ella. Siempre la estaba protegiendo y ella no se lo agradecía de ninguna forma.
-No es culpa tuya- dijo el acariciándole una de sus mejillas.
Cada vez se fue acercando más a ella hasta llegar a presionar sus labios con los de su novia. Fueron muchos besos seguidos, cuatro, cinco, perdieron la cuenta. Se dejaron llevar por lo que sentían.
-¡Ey tortolitos! ¿Qué tal si entre beso y beso probáis a respirar?- les dijo Pablo que estaba sentado delante con Carlos.
A Noelia le entró la risa y tuvieron que parar. Mario echó la vista al suelo, molesto.
-¿Sabes qué? Tú tienes un don- le dijo Mario a su amigo.
-¿Cuál?
-Fastidiarla siempre- le dijo Mario dándole un pequeño, pero amistoso empujón hacia atrás.
Las horas pasaban demasiado rápidas para la pareja de enamorados. Sólo quedaban dos horas de viaje, dos horas de estar juntos, las dos últimas horas que tenían para decirse adiós.
-Sabes, si lo piensas cuando nos volvamos a ver los dos tendremos dieciocho años- le dijo Mario a Noelia.
-Sí, y cuando yo empiece la universidad, tu ya habrás acabado- le dijo ella- serás el más joven de toda la universidad.
-En eso te equivocas. No te lo había dicho pero, los dos primeros años que yo esté allí serán algo parecido a una iniciación para adaptarme. El último año empezaré lo que quiero estudiar.
-¿Y qué quieres estudiar?- preguntó Noelia curiosa, pues Mario no le había contado lo que quería estudiar.
-Ingeniería aeronáutica.
La chica no se sorprendió. Mario siempre había estado interesado por el mundo de la ingeniería. Sara le contaba que, siempre que se iban de vacaciones, su hermano se para a contemplar la estructura de los edificios que le llamaban la atención y empezaba a tartamudear palabras raras que Sara nunca llegaba a entender.
-¿Llorarás cuando me vaya?
-Parece que no lo sepas. Claro que lloraré. Voy a llorar como una niña pequeña- dijo ella mientras veía reírse a su novio- ¿y tu?
Mario dejó de reírse. No sabía que contestar, la pregunta era difícil. ¿Iba a llorar mientras el decía adiós a la chica de su vida?
-No lo sé.
-Sabía que ibas a decir eso- le dijo Noelia mirando hacia otro lado.
-¡Eh! Que no llore cuando me vaya no significa que no te vaya a echar de menos. Van a ser los tres años más largos de mi vida.
Noelia no dijo nada, permaneció callada. Sentía muchas cosas a la vez. Miedo por perderle, pero se sentía orgullosa porque Mario iba a cumplir uno de sus sueños.
-¿Me prometes que no vas a estar con otro mientras estoy fuera?- dijo el para intentar sacarle una sonrisa.
-Idiota, claro que no. ¿Qué piensas que soy?- dijo Noelia dándole un cariñoso golpe en el brazo.
Mario voy a lo lejos que estaban llegando a la estación de autobuses donde los caminos de Noelia y Mario se separarían.
-Ya hemos llegado- dijo Mario muy serio.
-Puff- suspiró Noelia preocupada.
-Tranquila, todo saldrá bien- dijo Mario dándole un beso en la frente a su chica.
Había mucha gente esperando la llegada de los adolescentes. Padres, madres, hermanos y de más familiares, amigos, etc.
Bajaron del autobús para coger sus pertenencias de unas grandes puertas que abría el autobús. Noelia dejó caer su mochila al suelo y corrió hasta sus padres y su hermana mayor. Les dio un fuerte abrazo y un par de besos a cada uno. Mario la observaba sonriente, le daba mucha pena verla así de feliz y en diez escasos minutos verla llorar por su marcha.
-¿Qué tal lo has pasado, hija?- le preguntó su madre.
-Muy bien. Ha habido de todo un poco.
-¿Y tu primer beso, qué tal hermanita?
Noelia se puso roja como un tomate. Mira que su hermana tiene la boca más grande que un buzón.
-¡Qué es eso de un beso!- dijo su padre cruzando los brazos.
-Alucinaciones de tu hija, papá- dijo Noelia echándole una mirada amenazante a su hermana que no paraba de reír.
Giró su cabeza hacia la familia de Mario y Sara, todos le daban la enhorabuena al estudiante por su entrada en la universidad y en otro lado la familia de Jorge, del cual no se despidió ni pensaba hacerlo. Era hijo único, con unos padres ricos que lo tenían muy mimado. Debían de tener casas a patadas, más que litros de agua hay en el mar. Jorge miró a Noelia y con la mano le dijo adiós. Ella no se dignó ni a volverle a mirar, no se merecía ningún gesto suyo.
Volvió a girar la cabeza a la familia de Mario y Sara. La madre lloraba, al igual que Sara, no iban a verle en tres años y si para Noelia era duro, imagínate para su madre y su hermana. En cambio, el padre estaba rígido, en los ojos se le veía que también tenía ganas de llorar, pero le podía el orgullo. Mario abrazó a su hermana.
-Te esperamos en el coche, para llevarte al aeropuerto- le dijo Sara.
-Vale, pero cuando llegue no quiero verte llorar más- le dijo Mario volviéndola a abrazar. Sara desapareció de la escena.
-Noelia, nosotros vamos también a por el coche. Te esperamos dentro. Puede que quieras despedirte de Mario- le dijo su madre.
-De acuerdo.
Noelia vio como sus padres, poco a poco, se fueron alejando de la estación hasta dejar solos a la pareja.
La chica corrió hacia Mario. Mientras corría las lágrimas brotaban de sus ojos. Saltó hacia el y con sus brazos le rodeo el cuello.
-¿No habíamos quedado en que no ibas a llorar?
Noelia no contestó. La idea de no verle en tres años le dejaba sin palabras.
-No empieces ahora con eso- le dijo ella separándose un poco de Mario- ¿A qué hora coges el vuelo?
-Dentro de media hora. A las doce de la madrugada. Llegaré a Boston para poder dormir un poco- dijo el- ¿Me echarás de menos?
-Por favor, Mario que pregunta es esa…
-Dímelo, necesito saberlo- le corto el chico.
-Más que nadie.
Mario se inclinó hacia la chica, ¡le hacia tan feliz en saber que le quería!
Puso su mano izquierda en el cuello de Noelia y su mano derecha en su cintura. Temblaba. Mario no se podía imaginar el miedo que tenía ella de perderlo. Besó sus labios despacio, saboreando cada segundo que les quedaba. Ambos querían que, por un instante, el tiempo se congelase. Pero, la vida no tiene un botón de pausa. Noelia no quería sufrir más y se apartó de el, no demasiado.
-Tienes que irte- dijo ella volviendo a llorar.
-No quiero que mi recuerdo de ti sea viéndote llorar- dijo Mario volviéndola a besar, pero ella lo rechazó.
-Los dos sabemos que tienes que irte. Hazlo por los dos. Vete.
Mario le hizo caso y se fue alejando de ella, pero antes de llegar a la puerta de salida se volvió a Noelia y le dijo:
-Te quiero- dijo diciéndole adiós con la mano.
Noelia vio como se iba de la estación. Salió fuera secándose las lágrimas. Antes de que pudiera darse cuenta, el coche de Mario ya no estaba. Volvía a llorar. Ya está, se había ido.
Anduvo hacia el coche de su padre, entró y se sentó en uno de los asientos de atrás. Sacó un pañuelo de papel y a la vez, una foto se cayó al suelo. Se agachó para cogerla. Era la última foto que Mario y ella se habían hecho juntos. El pañuelo no sirvió de nada.
-Papá, arranca, por favor- dijo Noelia.
Y en esa tarde lluviosa de julio, los caminos de ambos se separaron y no sabían se iban a volver a encontrar tal y como se fueron.

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